Conecta con nosotros

Opinión 584w3y

Algo en la primavera. Por Itali Heide 1ea2c

Itali Heide 83c3s

Hay algo en la primavera. Puede que no todo el mundo se identifique con esto, pero el invierno no es lo mío. Cuando los árboles empiezan a perder sus hojas y las flores dejan de mostrar sus colores, algo en mí cambia. Me vuelvo menos consciente, menos agradecida, menos feliz.

Será porque el huerto de manzanas que hay detrás de mi casa pasa de ser un faro de paz a un huerto de esqueletos en pocos días, pero no hay nada que alegre el ánimo como el momento en que la primavera nos hace saber que ha brotado. Cuando las flores empiezan a florecer, los árboles comienzan a mostrar su follaje y la tierra seca se vuelve húmeda.

¿Se han dado cuenta de que la gente también se alinea con las estaciones? No es una ciencia al 100%, pero que me cuelguen si no he visto a gente más feliz bajo el sol radiante que bajo la fría luna de invierno.

Quizá sea sólo yo, pero la primavera, el verano y el otoño están llenos de sorpresas, experiencias y aventuras. Hay más cosas que hacer, mejor clima para hacerlo y más gente dispuesta a hacerlo contigo.

Una vez que el verde comienza a aparecer en el árbol favorito de la calle, la vida comienza a mejorar. Quizás podrán culpar a la deficiencia de vitamina D, pero es un hecho. Estamos más vivos cuando la naturaleza está viva, porque nosotros mismos somos la naturaleza consciente.

Al fin y al cabo, somos un reflejo de la naturaleza. Cuando la naturaleza empieza a despertar y a darse a conocer en primavera, nosotros también. Cuando llega el verano para mostrar nuestro mejor y más evolucionado yo, lo logramos. Cuando el otoño nos recuerda que no todo dura para siempre, nos sentimos humildes. Y, por último, el invierno nos reconforta tanto como nos molesta, recordándonos los oscuros túneles que atravesamos como seres humanos experimentando la vida.

Ahora, como criaturas inteligentes, podemos empezar a aprovechar la intuición que nos rodea. Cuando la primavera comienza a recordarnos el cambio a mejor, nuestra mejor apuesta es seguirla. Cuando el verano nos muestra nuestro yo más verdadero, deberíamos inspirarnos en él. Cuando el otoño nos hace ver que nada es eterno, debemos aprender de él. Por último, el invierno nos enseña que los momentos bajos son también lecciones de los altibajos de la vida.

Puede que esto no sea cierto para todo el mundo, pero sí en suficientes personas como para que merezca la pena escribir sobre ello. Así como la naturaleza sigue su curso, nosotros también lo buscamos. Si queremos recurrir a la ciencia, hay mucho que decir: en enero muere más gente que en cualquier otro mes. Aquí es importante señalar que la correlación no siempre es causal, pero sigue siendo un hecho importante.

Como seres humanos conectados a la naturaleza, la acompañamos. Nos despertamos cuando amanece la primavera, corremos como niños locos cuando el verano nos pide que juguemos, bajamos el ritmo cuando el otoño nos da un toque de realidad y frenamos cuando el invierno nos recuerda que la vida no es todo rosas.  

 

Opinión 584w3y

Los muros que lloran: las redadas y el alma chicana. Por Caleb Ordoñez Talavera 514m4l

En el norte de nuestro continente, justo donde termina México y comienza Estados Unidos, hay una línea invisible que desde hace décadas divide más que territorios. Divide familias, sueños, culturas, idiomas, economías… y últimamente, divide también lo humano de lo inhumano.

Esta semana, Donald Trump —en una etapa crítica de su carrera política, con una caída notoria en las encuestas, escándalos judiciales y un sector republicano que empieza a verlo más como un riesgo que como un líder— ha regresado a una vieja y efectiva estrategia: la del miedo. El expresidente ha lanzado una ofensiva pública para prometer redadas masivas contra migrantes, deportaciones “como nunca antes vistas” y políticas de “cero tolerancia”.

La razón no es nueva ni sutil: apelar al votante blanco conservador que ve en el migrante un enemigo económico y cultural. Ese votante que, ante la inflación, la violencia armada o el desempleo, prefiere culpar al que habla español que exigirle cuentas al sistema. En medio del descontento generalizado, Trump no busca soluciones reales, busca culpables útiles. Y como en otras épocas oscuras de la historia, los migrantes —sobre todo los latinos, sobre todo los mexicanos— vuelven a ser carne de cañón.

Pero hay una realidad más profunda y más dolorosa. Quien ha vivido el cruce, legal o no, sabe que la frontera no es sólo un punto geográfico. Es una cicatriz. Las políticas migratorias —de Trump o de cualquier otro mandatario— convierten esa cicatriz en una herida abierta. Cada redada, cada niño separado de sus padres, cada deportación arbitraria, no es solo una estadística más. Es una tragedia personal. Y más allá de lo político, esto es profundamente humano.

En este escenario, cobra especial relevancia la figura del “chicano”. Este término, que nació como una forma despectiva de llamar a los estadounidenses de origen mexicano, fue resignificado con orgullo en los años 60 durante los movimientos por los derechos civiles. El chicano es el hijo de la diáspora, el nieto del bracero, el hermano del que se quedó en México. Es el mexicano que nació en Estados Unidos y que, aunque tiene papeles, no olvida de dónde vienen sus raíces ni a quién debe su historia.

Los chicanos son fundamentales para entender la cultura estadounidense moderna. Están en las universidades, en el arte, en la política, en la música, en los sindicatos. Y sin embargo, cada redada, cada discurso de odio, también los golpea. Porque no importa si tienen ciudadanía: su apellido, su acento o el color de su piel los expone. Ellos también son víctimas del racismo sistémico.

Hoy, más que nunca, México debe voltear a ver a su gente más allá del río Bravo. No como simples paisanos lejanos, sino como parte de nuestra nación extendida. Porque si algo une a los mexicanos, estén donde estén, es su espíritu de resistencia. Los migrantes no huyen por gusto, sino por necesidad. Y a cambio, han sostenido economías, levantado ciudades y mantenido viva la cultura mexicana en el extranjero.

Las remesas no son solo dinero: son prueba de amor, sacrificio y esperanza. Y ese compromiso merece algo más que silencio institucional. Merece defensa diplomática, apoyo consular real, y sobre todo, empatía nacional. Cada vez que un mexicano insulta o desprecia a un migrante —por su acento pocho, por su ropa, por sus papeles— se convierte en cómplice de la misma discriminación que dice condenar.

Las fronteras, como están planteadas hoy, no son lugares de paso. Son cárceles abiertas. Zonas donde reina la vigilancia, el miedo y la burocracia cruel. Para miles de niños, esas jaulas del ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) son su primer recuerdo de Estados Unidos. ¿Ese es el país que dice defender los valores cristianos y la libertad?

Además, no podemos hablar de migración sin hablar del racismo. Porque este no es solo un tema migratorio, sino profundamente racial. Las políticas antiinmigrantes suelen tener rostro y acento. No se aplican con la misma fuerza para migrantes europeos o canadienses. El blanco pobre puede aspirar a mejorar; el latino pobre, a ser deportado.

Trump lo sabe, y por eso lo explota. En un año electoral donde su imagen se desmorona entre procesos judiciales, alianzas rotas y amenazas internas, necesita un enemigo claro. Y el migrante latino cumple con todos los requisitos: está lejos del poder, es fácil de estigmatizar y difícil de defender políticamente.

Pero aún hay esperanza. En cada marcha, en cada organización de ayuda, en cada abogado que ofrece servicios pro bono, en cada chicano que no olvida su origen, se enciende una luz. Y también en México. Porque un país que protege a sus hijos, donde sea que estén, es un país más digno.

No dejemos que los muros nos separen del corazón. Hoy más que nunca, México debe recordar que su gente no termina en sus fronteras. Y que el verdadero poder no está en las redadas ni en las amenazas, sino en la solidaridad. Esa que nos ha hecho sobrevivir guerras, pandemias, traiciones… y que ahora debe ayudarnos a defender lo más humano que tenemos: nuestra gente.

Continuar Leyendo
Publicidad
Publicidad
Publicidad

Más visto 2e72d